El Freddy es un huevón insoportable; se la pasa con su libro
de mierda en la mano “El Guardián entre el Centeno”, pareciendo un intelectual
de quinta categoría, creyéndose mucho por leer su libros mal empastados y
entender lo que dicen los tipejos de la tele, mirando con aire de superioridad
cuando nos vende. Hace como una semana que no se le ve por acá, parece que se
fue escapando de los locos de la villa de al lado; “Los Desquiciados”, dicen
que les debía plata o algo así. Igual hay gente de por acá que quería al
Freddy, a las viejas que siempre saludaba y que lo endiosaban por haber salido
con buen promedio del liceo; a los cabros chicos que jugaban a la pelota en la
calle, esos con la cara llena de tierra a los que a veces les compraba unas
bebidas Fruna para que pasaran la sed. La verdad era bastante extraño, era como
si siempre supiera lo que te pasaba, a veces cuando le ibas a comprar el loco
sin hablarte sabía la cantidad exacta que querías. Igual penca lo de ese loco,
por más engreído que fuera igual era buena persona.
Se le veía en la calle caminando con un libro en la mano,
siempre el mismo, deambulando por la aceras, pateando piedras y botellas; por
los barrios llenos de delincuencia, entre hampones y narcos, ahí se movía
Freddy un traficante que escondía un gran secreto, un superpoder; leer la
mente.
Un día fumando con sus amigos se dio cuenta que escuchaba los
pensamientos de los demás en su cabeza, pensó que se había ido en esa volá’ y no le dio importancia, creyó que
era un efecto de la droga en su cuerpo. Dos días después seguía escuchando los
pensamientos de todos los que pasaban a su lado.
A pesar de lo que se pudiera pensar Freddy no era un tipo estúpido; había salido de su colegio rasca con una facilidad increíble, se sentaba a no hacer nada en todas las clases y salió de cuarto con un promedio envidiable; 6,5. No podía entender como a alguien le podía ir mal en ese colegio de mierda, todo era tan absurdamente fácil. Podría haber entrado incluso a la universidad, pero eso no era vida para él. Se quería dedicar a viajar; nunca pensó en ser microtraficante, sólo llegó de la nada, al igual que su superpoder. Este lo acompaña hace 5 años, desde que tenía diecinueve, hoy ya lo tiene más controlado y sólo lee los pensamientos de los demás cuando quiere, no tiene esa montonera de razonamientos en la cabeza, esos que anteriormente lo volvían loco; nunca le pareció muy agradable oír que pensaban sus madre de él, o las diversas estupideces que tenían en la mente las quinceañeras del barrio.
Un día como tantos
otros el Freddy estaba sentado en la misma esquina de siempre, ojeando su
magullada copia del Guardián Entre el Centeno cuando apareció un grupo que no
era de por ahí; Los Desquiciados o “Deskizia2” cómo rallaban en las paredes de
la población vecina, habían llegado hasta donde el Freddy porque escucharon el
rumor de que tenía la merca más pura de la zona, y eso no era solo un rumor. El
Freddy una vez fue a una fiesta de un amigo de clase media, un tipo un poco
intelectualoide con aires de poeta frustrado; fue procurando agarrarse a una
mina con plata, y pasarlo bien un rato con gente con la que se puede hablar más
que de el Reality de la tele o lo brígido que agarraba la vecina de la esquina;
ahí conoció a un tipo, este loco era del barrio alto, ósea tenía acceso a
drogas de mejor calidad; incluso tenía un contacto de afuera del país; el
Freddy que en ese entonces solo vendía de la pasta más cochina que puedas
encontrar, vio una posibilidad. Empezó a hacer negocios con el tipo, cada vez
más frecuentemente hasta que se transformaron en algo así como socios, de ahí
que Freddy mueve las drogas de mayor calidad de los alrededores de su pobla.
Bueno, llegaron los “Deskizia2” a hacer una propuesta; hablaron de una compra
grande de cocaína, más de 500 lucas; por su puesto ya sabía de que le dirían
así que no se sorprendió cuando le mencionaron la cuantiosa suma; también sabía
que pretendían consumir un poco y el resto venderla para ganar plata, así que
les digo que no vendieran en su territorio, acordado eso el Freddy les dijo que
para una venta tan grande necesitaba la plata por adelantado, por que debían
pagarle al distribuidor para que mandara a buscar la coca, al principio se
resistieron a esa idea, pero al darse cuenta de que no tenían otra opción
accedieron; no sin antes amenazar al Freddy con que si no les entregaba la
droga lo matarían. No se preocupó mucho ya que no tenía intención de arrancarse
con la plata: era ambicioso, pero no estúpido, aparte, con su poder pudo darse
cuenta que de verdad pensaban en matarlo si es que algo salía mal. Los
desquiciados eran casi puros pendejos con amplio prontuario policial, incluso
sabía que algunos a su corta edad ya habían asesinado, lo mejor era cuidarse,
hacer la transacción lo más rápido posible y disfrutar de las ganancias.
Al día siguiente ya
tenían el dinero, cuando se lo pasaron Freddy se sintió poderoso, nunca había
tenido tanta plata, aunque no fuera de él ni pudiera gastarla. Decidió comprar la droga lo antes posible,
porsiacaso, así que ese mismo día fue a encontrarse con su socio en Providencia;
al llegar gracias a su superpoder pudo comprobar que este había recién llegado.
Le contó acerca del encargo, el tipo dijo que ningún problema, pero Freddy pudo
darse cuenta que le preocupaba el dinero, así que le contó que ya lo tenía; ahí
el rostro de su socio- y sus pensamientos- cambiaron radicalmente, ahora se
veía relajado y solo pensaba en concretar el negocio. Freddy como quería hacer
todo rápido le pasó el dinero en ese momento, su socio se sorprendió y le dijo
que tendría la droga recién para la otra semana; pero eso no fue problema, Freddy
sabía que no pensaba en estafarlo, así que cerraron el trato y quedaron de
encontrarse en exactamente una semana.
Todo transcurría
normalmente, Freddy había hablado con Los Desquiciados, les dijo que tendrían
su encargo en pocos días; se mostraron ansiosos y contentos, su mente no
revelaba nada más que optimismo; Freddy estaba tranquilo, su socio nunca le
había fallado, todo parecía ir bien.
Pero un día antes del
acordado para la entrega de la droga todo se fue a la mierda, el socio de
Freddy cayó preso, y lo peor la droga fue decomisada con él-Todo esto gracias a
una redada que le hicieron a su departamento en Providencia. Freddy estaba
nervioso, sabía que era muy posible que “Los Desquiciados” no escucharan
razones; de hecho estaba casi seguro que si les decía lo que había pasado igual
lo matarían, no confiaba en ese grupo de delincuentes dementes. Tomó una
decisión, no les explicaría, simplemente desaparecería de su barrio.
Esa misma noche el
Freddy pesco todas sus cosas de la pequeña casita en la que vivía, salió a las
cinco de la mañana, procurándose de que no hubiera nadie que lo viera, cerró la
puerta despacio, mirando para todos lados se puso sus audífonos y tomó el
radiotaxi que lo esperaba. Fue directo al terminal de buses, ahí tomó el primer
bus que salía, la suerte quiso que fuera hacia Valparaíso, intentó dormir en el
camino pero no pudo, estaba demasiado nervioso, así que se entretuvo leyendo
los pensamientos de los pasajeros. Cuando finalmente el bus se detuvo bajó de
los primeros y salió caminando rápido, aún cuando no tenía donde ir.
Encontró un hotel no
tan rasca y estuvo ahí todo el día, pensando en las maneras que tendrían de
encontrarlo, se dio cuenta de que al salir no estaba tan desolada la calle como
había creído, había a lo lejos un grupo de personas. Se preocupó en demasía, se
estaba volviendo loco de solo pensar en la idea de que lo encontraran. Pasó dos
días enteros en esa pieza de hotel.
Al tercer día un poco
más relajado salió a comprar algo de comida, aparte quería ver que podría hacer
en la ciudad que sería su hogar por un tiempo. Estaba caminando por ahí cuando
vio a un grupo de personas andando, mirando para todos lados; automáticamente
pensó en que lo estarían buscando. Lo confirmó cuando pudo ver en el brazo de
uno un tatuaje que tenía el nombre de su grupo; “Los Desquiciados” el nombre
que lo perseguía hace días, el nombre con el que soñaba, estaban ahí, frente a
él, aunque sin darse cuenta de su presencia por estar escondido. Empezó a leer
sus pensamientos, lo iban a matar si lo veían, no le preguntarían nada,
simplemente un balazo y nada más.
Entró corriendo a su
hotel, intentó abrir la puerta muchas veces, pero estaba demasiado nervioso,
respiró y por fin pudo achuntarle a la cerradura. Una vez adentro buscó en su
bolso el arma que tenía, junto con ella sacó su ejemplar de “El Guardián entre
el Centeno”, su libro de cabecera, el que lo había acompañado desde que tenía
quince, su libro, con las hojas a punto de romperse por el uso, con apuntes en
los bordes, con frases subrayadas. Escribió algo en la última página con letra
imprecisa, luego tomó su pistola.
El
Freddy apareció muerto el otro día, por acá la gente está pa’ la caga’, las viejas no paran de llorarle, los drogadictos
extrañamos su mercancía de calidad superior, los cabros chicos se quedaron sin
bebidas, y su mamá no ha salido de su casa desde que se supo. Pobre Freddy, no
lo merecía, igual se le extrañará. Esa esquina siempre estará vacía ahora.