jueves, 30 de mayo de 2013

Odio en las Venas

Verdadero odio en las venas.
Vimos como mataron y asesinaron a nuestros hermanos,
vimos júbilo en sus rostros llenos de risas y sonrisas desquiciadas.
Sus mentes retorcidas quemando conocimiento para mantener su orden ficticio,
sus conciencias entumecidas por el frío del acero armado.


Presentamos en el odio, nuestro rencor y la promesa de no olvidar.
las piernas rotas, la ira en las sienes calientes. Aunque nadie se de cuenta.
odio eterno a los asesinos de lo libre, esclavitud militarista y
desfiles apoteósicos a las banderas manchadas con sangre,
con nuestra historia, con su vida,
con los huesos rotos de los divergentes.

Desgarros en la garganta por gritos silentes,
nadie nos escuchó, nadie prestó atención,
costillas rotas de miles, metralletas y llamadas telefónicas,
sentencia de silencio en las calles, olor a muerte.
Callejones con oídos, prohibiciones y alteraciones a la
cotidianidad de ese país de mierda.

lunes, 13 de mayo de 2013

blablabla

El sujeto es prisionero del verbo,
encerrado el acción que debe cometer,
sin más remedio el ha de hacer
lo que se le impuso.
Su voluntad nunca importó, solo la del autor
el sujeto perdió la capacidad
y la decisión.
El escritor lo obligó,
y ganó.

domingo, 12 de mayo de 2013

-

cada día más lejos de todos ustedes.
y cada día más cerca de mi, 
acá estoy mejor,
solo y mejor.

martes, 7 de mayo de 2013

Insecto Urbano


Y la gente se reía, y yo no sentía nada. Veía como los pies de las personas pasaban frente a mis ojos, la gente no se percataba de mí en el suelo; nadie notaba al tipo botado a centímetros de ellos. Podría haber estado muerto y a ninguno le hubiera importado, no tenían idea de mi, cómo yo no tenía idea de ellos. No sabía quiénes eran, ni que querían, no me importaba la verdad, sólo era otra mañana más donde mismo.

Los días empezaban y transcurrían igual siempre, en la monotonía absoluta. Nada cambiaba las personas que pasaban junto a mi generalmente eran las mismas, y cuando no, las nuevas eran exactamente iguales a las anteriores en el fondo; oficinistas, nanas, juniors, secretarias, y todo eso.

Cada vez me acostumbraba más a mi suerte, no tenía ni las ganas, ni el poder para cambiar mi vida, incluso ni quería. Ahí seguía yo tirado en el piso apestando, sin hacer nada más que mirarle los zapatos a la gente, sin esperar nada más que una moneda de vez en cuando. Nada más, no tenía amigos, solo un perro que me acompañaba a veces, mi familia seguramente me había olvidado ya, como yo los olvidé.No tenía ambiciones, ni preocupaciones, sólo necesitaba ir a un albergue y ya tenía comida y un lugar donde dormir. Había olvidado cómo tratar con la gente, como hablar con las personas sin asustarlas, yo ya no era uno más, era distinto a los transeúntes que cada día me miraban con asco, era diferente a todos los que se preocupan por mantener un trabajo, o una familia. No era como ellos y no quería serlo.  No era feliz ahora, pero nunca fui feliz antes, la normalidad me había apestado, el letargo de la rutina que nos imponen me cansaba; prefiero esto. Soy miserable por opción, soy un insecto urbano.

Capítulo 1.


Las historias de otros se han olvidado, incluso algunas más impresionantes que esta, así que es posible que esta sea olvidada también, no es nada fuera de lo común. Partimos este relato una mañana de otoño, digamos hace 30 años.

Hacía frío, el frío que agrada a la gente. Las hojas secas se movían producto del viento y el pelo medianamente largo del joven se movía también,  caminaba por una calle poco transitada a esas horas, había una mujer 10 metros delante del, vestía un abrigo el cual le llegaba hasta media pierna, bajo este se adivinaba un pantalón de lo más normal de color negro, el mismo que el del abrigo. El joven caminaba a un paso tranquilo, como quien sabe que tiene tiempo de sobra para llegar al lugar que debe ir, en su caso, su escuela. No había ido ahí en mucho tiempo, después de pasar un tiempo recluido en algún lugar del cual no daremos especificaciones este era su primer día de colegio; no estaba emocionado,  ni ansioso, ni nervioso, ni nada. Solo quería que pasara lo más rápido posible el día para así dejar de verle la cara a tanta gente que no era de su agrado, los había por montones. Había los que no eran de su agrado por su actitud prepotente, otros por su escasa inteligencia, otros por sus gustos francamente detestables, incluso habían los que le desagradaban solo por su presencia. El creía estar en lo correcto con no hablarle a nadie, se limitaba a escuchar el montón de estupideces que los demás decían y comentar algo en clases cuando le superaba el hecho de que nadie supiera una respuesta tan fácil cómo quien fue Hemingway, las otras cosas que hacía era leer y escuchar música.

Su colegio se le hacía enorme, había demasiada gente a la cual detestar. Demasiados espacios en los que la gente le miraba con cierto asco –el mismo con el que él los miraba a ellos-, pero no le importaba, nada le importaba. A penas llegaba la hora en la que podía escapar de ahí lo hacía, iba caminando a un ritmo increíblemente rápido hacía su casa, o a alguna plaza, o cualquier lugar en el que pudiera estar tranquilo. Escribía, leía, pensaba, escuchaba. Hacía todo lo que en presencia de los idiotas de su liceo no podía hacer, se relajaba.

domingo, 5 de mayo de 2013

El viejo sabor de la felicidad

Puedo escuchar los discos de mi viejo, leer por enésima vez mis libros preferidos.
Apreciar una y otra vez el movimiento de las hojas al desprenderse de los arboles,
intercambiar palabras con vendedores de tiendas repulsivas,
mirar con asco a mi alrededor en cada caminata sin rumbo.
Puedo observar incansablemente el paisaje santiaguino y la fauna presente en este,
puedo reírme sin ganas y sonreír fingidamente, 
Puedo tocar bajo y cantar desafinado,
puedo tomar una cerveza de ves en cuando, fumar en pipa,
puedo enfermarme y quedarme en cama.


Tener una conversación profunda con un extraño que deje de serlo.
Mirar a los niños jugando en una plaza, sus manos llenas de tierra y sus rostros sonrientes.
Ver a esclavos de corbata y traje en el centro, corriendo para no llegar tarde.
Escabullirme en el metro, caminar unas cuadras
Sonreír pensando en ti.

Puedo hacer eso y más.