miércoles, 19 de diciembre de 2012

Incansable


En la habitación más obscura que pudo encontrar se puso a escribir
Sobre tumbas y nubes
Sobre personas y estrellas.
El escritor escupía escritos, vomitaba textos.
En la vieja máquina de escribir, creaba mundos.
Hacía ver a los ciegos, hablar a los mudos y oír a los sordos.
La tinta pegada en la hoja, el sonido chirriante del metal, sus manos escribiendo sin descanso. 
La cabeza le daba vueltas. En los ojos las pupilas se la agigantaban.
Apoyado sólo en sí mismo el escritor seguía en su interminable misión.
Cuándo tenía que comer, comía pensando en lo que escribía.
Cuándo tenía que dormir, soñaba con sus textos, soñaba con palabras y como se unían.
Así el escritor solo pensaba en escribir, la familia pronto quedó de lado.
Su salud tiempo después. Ya había dejado de preocuparse por qué comer.
Su tiempo lo invertía en rellenar los espacios vacíos de cada papel, que ponía sobre su máquina.
Pasaba horas y horas, días y días.
Y no se detenía, lo llevaron al psiquiatra y no opuso resistencia
Ocupó esa experiencia en sus relatos.
Un tarde, como de costumbre, escribía al compás del atardecer movía 
Sus manos sobre la agotada máquina.
Cuando, para sorpresa de todos, le puso punto final a la travesía.
Le preguntaron qué pasaba, que por qué ya no escribía
El solo decía, que ya no debía, que no podía.

Un día


Caminaba un día cualquiera por la calle, tomaba una micro cualquiera en un paradero cualquiera con dirección a cualquier parte. Subía y veía a los distintos tipos de personas sentados, parados, doblados, rectos. Estaban todos sin prestar atención, con audífonos, pegados a su celular. Se sienta al final de la micro, pegado a la ventana se da cuenta de lo que le pasa y se larga a llorar. Siente las lagrimas bajar por sus mejillas, se le hace el típico nudo en la garganta, se le ponen los ojos rojos y solloza; llora mucho rato, las lágrimas caen por sus ojos hasta que se duerme.

Se despierta pasado el punto dónde debía bajarse. Le duelen los ojos y la cabeza, la vida le pesa sobre sus hombros, mira alrededor y decide pararse para presionar el botón que haga detenerse el bus en el próximo paradero, espera que se abran las puertas y se baja. Camina en dirección contraria de dónde venía gracias al dormirse en la micro, tiene la cabeza gacha y va pensando en quien sabe qué cosa.  Dobla por un pasaje, saca las llaves del bolsillo delantero de su abrigo de piel, abre la puerta del viejo edifico marrón donde vivía, sube con lentitud las escaleras debido a que, como siempre, el ascensor no funcionaba. Llega a su nivel, el 6 por cierto, inserta la llave en la cerradura mientras su mano tirita presa del nerviosismo, gira delicadamente la pieza de metal y empuja la puerta hacia dentro. Camina breves pasos dentro de su departamento sin molestarse siquiera en cerrar la puerta.

Está en su pieza, se saca el abrigo mojado y lo deja caer sobre el montón de ropa, cojines y diversas mierdas que utiliza como cama. Arranca una hoja de un cuaderno y con un lápiz se pone a garabatear letras sobre el papel, tacha lo escrito una y otra vez hasta que finalmente solo deja una simple línea en el medio de la hoja. Lo dobla y lo deja justo encima de la marca de ese café que derramó ayer.
3 horas después su padre llega y ve su cuerpo en el piso de la cocina con un frasco de pastillas en el brazo derecho y en el izquierdo los cortes que se propinaba. Mientras, en su pieza el papel decía: “Nos vemos en una hora papá, te quiero”. 

Gaël Arnaud

viernes, 7 de diciembre de 2012

Rápido


No puedo sentir mis manos al escribir,
Mi lápiz vuela sobre el papel, escribo rápido sin entender
Versos salen y versos van, la droga hace efecto
El humo se siente en mi paladar, no dejo de pensar, de fluir y de sentir
Sobre la hoja mis textos gimen y se reprimen 
Sintiendo lo que yo no siento, hablando con quien no hablo
Y diciendo lo que no comprendo, ahí están mis letras
En lo profundo de mi cabeza
Amarradas, unidas
Como dos jóvenes al hacer el amor,
Como amantes de lo absurdo y el absoluto
Solos en un mundo sin cobijo, no pienso lo que escribo
Solo fluyo, como la heroína por el cuerpo de un adicto
Llego a tu cerebro y te afecto
No tengo afectos, amigos y enemigos
Los odio por igual, seré un mal papá
Esa es la verdad.
No sé escribir, no sé cantar no sé hacer nada bueno
Tiro mis textos, tiro mis líneas
Jalo cocaína y continúo acá, solo en mi pieza dando vueltas
Con la destreza de un inválido
No te hablo, te escribo, 
No te miro, te odio
Te corto y me corto
Cierro los ojos y no te veo, no sueño contigo, 
No sueño nada, soy sólo, soy tranquilo
Empieza otra hoja, y no sé lo que hago,
La música me entra por un oído y 
Me queda adentro de la cabeza, no puedo evitar
Escribir lo más rápido que puedo, mi mano se cansa, se acalambra
El papel se acaba, se desgarra.
La garganta me duele, me arde
Grité mientras dormía, no tu nombre
Si no un grito seco, carente de sentido.