con sus garras, con sus dientes
me toma y me bota al suelo,
por pensar diferente, por no querer hacerlo.
Mi prosa sucia, enemiga de la rutina bastarda,
de los empleos y los empleados,
enojado conmigo, con el color gris
y sigo sin entender, ¿cuál es la belleza de lo cotidiano que debo ver?
Sí lo cotidiano es lo normal, y
eso más asco no me pude dar.
Y no soy bueno, a un costado del mundo,
por el camino equivocado, la dirección contraria.
Los pantalones pegados a las piernas y el cerebro pegado al corazón.
La mente distinta, enferma,
el excluido, el que no quiere ser parte ni
comparte ideas, con la masa.
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