domingo, 15 de junio de 2014

MICRORELATO DE UNA MICROVIDA

Me quiero matar, se dijo a si mismo el joven mientras se miraba al espejo. No estaba triste, no tenía pena, nada había pasado; ese era justamente el problema... no pasaba nada.

Los múltiples y pequeños cortes horizontales en sus brazos fueron eclipsados por cuatro largos y profundos, ésta vez horizontales y distribuidos de a dos por brazo, cada uno medía alrededor de 15 centímetros y la sangre los bañaba de principio a fin. Era casi una obra de arte. Antes de perder la conciencia los contempló, y se sintió extrañamente orgulloso, como por haber hecho un buen trabajo. 


Despertó en la camilla de la clínica, se lamentó por no haber cumplido su misión y cerró los ojos esperando quedarse dormido.

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