Las
historias de otros se han olvidado, incluso algunas más impresionantes que
esta, así que es posible que esta sea olvidada también, no es nada fuera de lo
común. Partimos este relato una mañana de otoño, digamos hace 30 años.
Hacía frío,
el frío que agrada a la gente. Las hojas secas se movían producto del viento y
el pelo medianamente largo del joven se movía también, caminaba por una calle poco transitada a esas
horas, había una mujer 10 metros delante del, vestía un abrigo el cual le
llegaba hasta media pierna, bajo este se adivinaba un pantalón de lo más normal
de color negro, el mismo que el del abrigo. El joven caminaba a un paso
tranquilo, como quien sabe que tiene tiempo de sobra para llegar al lugar que
debe ir, en su caso, su escuela. No había ido ahí en mucho tiempo, después de
pasar un tiempo recluido en algún lugar del cual no daremos especificaciones
este era su primer día de colegio; no estaba emocionado, ni ansioso, ni nervioso, ni nada. Solo quería
que pasara lo más rápido posible el día para así dejar de verle la cara a tanta
gente que no era de su agrado, los había por montones. Había los que no eran de
su agrado por su actitud prepotente, otros por su escasa inteligencia, otros
por sus gustos francamente detestables, incluso habían los que le desagradaban
solo por su presencia. El creía estar en lo correcto con no hablarle a nadie,
se limitaba a escuchar el montón de estupideces que los demás decían y comentar
algo en clases cuando le superaba el hecho de que nadie supiera una respuesta
tan fácil cómo quien fue Hemingway, las otras cosas que hacía era leer y
escuchar música.
Su colegio se le hacía enorme, había demasiada gente a la
cual detestar. Demasiados espacios en los que la gente le miraba con cierto
asco –el mismo con el que él los miraba a ellos-, pero no le importaba, nada le
importaba. A penas llegaba la hora en la que podía escapar de ahí lo hacía, iba
caminando a un ritmo increíblemente rápido hacía su casa, o a alguna plaza, o
cualquier lugar en el que pudiera estar tranquilo. Escribía, leía, pensaba,
escuchaba. Hacía todo lo que en presencia de los idiotas de su liceo no podía
hacer, se relajaba.
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