martes, 9 de octubre de 2012

Inicio del algo.


Veía pasar a la gente enfrente de sus ojos, cómo llegaban y luego se iban tal cual como llegaron sin decir palabra. Se sentía sólo, irrelevante para el transcurso de las cosas y todo eso, en cierto punto lo era... ¿Cuánta diferencia puede hacer una sola persona en este mundo de mierda lleno de ellas? 

Sus días se repetían en una rutina tan cansina como mortal:
- Despertarse
- Ir al colegio de mierda
- Estar en el colegio de mierda
- Salir del colegio de mierda
- Drogarse
- Dormir.

Él con tan sólo 16 ya era un experto en esto de las drogas, las había probado de casi todos los tipos; Legales, ilegales, alucinógenas, opioides, farmacéuticas y toda la basura inclasificable que se puede encontrar en las calles. No le preocupaban sus efectos, según él las controlaba; tenía buen promedio, sus viejos pensaban de él lo mejor, no era agresivo, etcétera, etcétera. Pero la adicción no es sólo física, y él lo sabía, por eso le había empezado a preocupar su falta de motivación por la vida, su paja constante, el hecho de que ni las minas pudieran sacarlo del estado de mierda en el que vivía. 

Él tenía una familia normal, vivía en Peñalolen con su hermana y su vieja, ella se había separado de su padre cuando él tenía apenas 4 años. Ni le afectó, era un pendejo de mierda que no cachaba una, así que tranqui, lo veía los fin de semanas y a veces almorzaba con él en la semana, relajado, súper normal. Con su hermana la relación también era normal, ella tenía 2 años más que él y se llevaban como los típicos adolescentes huevones, peleando por estupideces, no pescándose, molestándose mutuamente, pero se querían, se notaba que se querían. 

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